Post by latina85 on Sept 11, 2006 20:04:28 GMT -5
La historia de América Latina se repite hoy en Honduras: cuando los gobiernos en uso de sus potestades soberanas emiten disposiciones que favorecen a los pueblos y laceran los intereses de las empresas transnacionales, la amenaza no se hace esperar.
Aparecen por allí los intentos de boicot, las insinuaciones de penalización al Estado desobediente por violación a las leyes internacionales que pueden ir desde el cierre de los mercados, el cese o el entrampamiento de la ayuda externa, hasta demandas multimillonarias por daños y perjuicios.
En su momento, cuando las condiciones políticas del continente estaban determinadas en forma absoluta por la dominación norteamericana y los militares eran el poder por excelencia, se levantaba el fantasma del golpe de estado pregonando, con perversidad total, alineamiento comunista y atentados al sistema democrático y cristiano escogido por los pueblos.
La embajada de Estados Unidos siempre se ha encontrado tras estas maniobras, sobre todo cuando, como hoy, la guerra ha sido la prioridad central del Estado norteamericano: el respaldo incondicional al capital transnacional se ha ubicado así por encima de los principios éticos y sobre las declaraciones melosas de amistad, alianza y cooperación para el desarrollo.
Pero el dominio imperial y transnacional también moviliza en esta dirección anti-pueblo a sus aliados domésticos, son en el ahora quienes poseen intereses fundamentales en los poderes fácticos: maquiladores y zares de las telecomunicaciones, empresarios de las comidas rápidas y los ubicados en el negocio del petróleo y venta de energía, en fin, los que se mueven en conglomerados donde se combina con la política entreguista el negociado forestal, las altas finanzas y el turismo.
Cuando el Presidente de Honduras ha escogido un camino correcto para enfrentar con ánimo democrático el problema de los combustibles, se están atravesando aquellos intereses y aquellas alianzas que, según analistas, políticos norteamericanos como la “conservadora Madeline Albright” y Zbigniev Brezinsky condenan por incrementar el resentimiento con Estados Unidos.
Ahora, como la moda implantada por los órganos de financiamiento internacional es el combate de la pobreza, los autores mismos del despojo proclaman hacer lo que están haciendo en nombre de los pobres, porque, ¡oh cinismo sin nombre!, los pobres son y han sido su preocupación fundamental.
Una vez más es necesario reclamar la unidad del pueblo alrededor del proyecto presidencial de licitar la compra de los combustibles y no olvidar que si la conspiración es tan fuerte y avasalladora es porque de por medio hay multimillonarias cantidades de dólares.
Aparecen por allí los intentos de boicot, las insinuaciones de penalización al Estado desobediente por violación a las leyes internacionales que pueden ir desde el cierre de los mercados, el cese o el entrampamiento de la ayuda externa, hasta demandas multimillonarias por daños y perjuicios.
En su momento, cuando las condiciones políticas del continente estaban determinadas en forma absoluta por la dominación norteamericana y los militares eran el poder por excelencia, se levantaba el fantasma del golpe de estado pregonando, con perversidad total, alineamiento comunista y atentados al sistema democrático y cristiano escogido por los pueblos.
La embajada de Estados Unidos siempre se ha encontrado tras estas maniobras, sobre todo cuando, como hoy, la guerra ha sido la prioridad central del Estado norteamericano: el respaldo incondicional al capital transnacional se ha ubicado así por encima de los principios éticos y sobre las declaraciones melosas de amistad, alianza y cooperación para el desarrollo.
Pero el dominio imperial y transnacional también moviliza en esta dirección anti-pueblo a sus aliados domésticos, son en el ahora quienes poseen intereses fundamentales en los poderes fácticos: maquiladores y zares de las telecomunicaciones, empresarios de las comidas rápidas y los ubicados en el negocio del petróleo y venta de energía, en fin, los que se mueven en conglomerados donde se combina con la política entreguista el negociado forestal, las altas finanzas y el turismo.
Cuando el Presidente de Honduras ha escogido un camino correcto para enfrentar con ánimo democrático el problema de los combustibles, se están atravesando aquellos intereses y aquellas alianzas que, según analistas, políticos norteamericanos como la “conservadora Madeline Albright” y Zbigniev Brezinsky condenan por incrementar el resentimiento con Estados Unidos.
Ahora, como la moda implantada por los órganos de financiamiento internacional es el combate de la pobreza, los autores mismos del despojo proclaman hacer lo que están haciendo en nombre de los pobres, porque, ¡oh cinismo sin nombre!, los pobres son y han sido su preocupación fundamental.
Una vez más es necesario reclamar la unidad del pueblo alrededor del proyecto presidencial de licitar la compra de los combustibles y no olvidar que si la conspiración es tan fuerte y avasalladora es porque de por medio hay multimillonarias cantidades de dólares.